Por Rubén Darío Buitrón

Uno de los títulos honoríficos que faltaban en mi carrera de casi tres décadas como periodista ha sido el de «persona no grata».

Y al fin llegó de la mano de un mediocre que, sin saber cómo justificar su falta de entereza y sus graves tropezones antiéticos, se le ha ocurrido entregarme la importantísima mención.

Kléber Aguilar, un periodistoide a quien no conocí durante mi estancia entre el 2018 y el 2019 en Machala como asesor editorial del diario Correo (orgullosamente, el de mayor circulación en El Oro), ha mostrado cómo la bajeza humana es capaz de acomodar sus discursos de acuerdo a cómo le pueda favorecer o cómo no le pueda favorecer.

Quizás dicho sujeto no esperó jamás que yo escribiera un post en este, mi blog, en el que recojo la denuncia del portal La Historia en relación al homenaje (?) de navidad y fin de año que el prefecto de El Oro, Clemente Bravo, ofreciera a los periodistas la pasada semana de fin de año en el elegante hotel Oro Verde, que funciona en Machala.

Y digo quizás porque alguien que me pidió el anonimato (se ve que Aguilar es de miedo con sus propios colegas), me envió esta mañana una antigua invitación que el malhadado sujeto -que aún funge de presidente del Colegio de Periodistas de El Oro- había hecho a mediados de 2018 sin mi consentimiento.

En aquella invitación, Aguilar (que ya era presidente del colegio y que, probablemente, pretendía aprovecharse de mi reputación para enarcarse en ella), no ahorra palabras ni conceptos para destacar quién soy yo y qué clase de taller me disponía a dar a los agremiados de El Oro.

Entre otras cosas, en la invitación para los colegas, Aguilar se refiere a mí como «el prestigioso periodista y escritor Rubén Darío Buitrón«, reputación que ahora, un año y medio después, pretende golpear declarándome persona no grata para el ínclito gremio de periodiqueros de la provincia.

Lo hizo, claro, cuando se vio desnudado con una actitud que un periodista ético (y, peor, si es el máximo dirigente de su gremio provincial) jamás debería tener: sentarse al lado de las fuentes oficiales. Cenar junto a ellas. Y, mucho peor, recibir bonos en misteriosos sobres.

Según sus mismas cifras, más de 100 periodistas (?) orenses acudieron al ágape de fin de año invitados por el prefecto de El Oro. ¿Tenía algo especial que agradecerles el funcionario? ¿Hizo lo que hizo para compensar silencios y omisiones? ¿Quiso expresar su emoción por haberlo hecho ganar las elecciones seccionales en mayo pasado gracias (supongo) al apoyo del gremio?

Estas preguntas deberían contestar tanto el prefecto Bravo como el periodista (?) Kléber Aguilar. Porque este tipo, con insultos, falacias y calumnias gratuitas, que derivan en declararme «persona no grata», me ha hecho una distinción de la cual me enorgullezco. Ser una persona «grata» para Aguilar sí me hubiera llenado de vergüenza.

Y me enorgullezco porque, a diferencia de una parte de los homenajeados, he podido, como todos, haberme equivocado en mi vida profesional, pero nunca, nunca, he recibido una limosnita de un político, tema que, además, Aguilar deberá aclarar cuando, muy pronto, se le acabe la presidencia y deba explicar a la comunidad orense qué recibió en el sobre con el bono, qué champan fue el que brindó con el prefecto de alma egipcia y cómo disfrutó, completamente gratis, de la exquisita comida del hotel Oro Verde.

Ahí te quiero ver, Aguilar. Al final, siempre los corruptos terminan enlodándose ellos mismos mientras se dicen, unos a otros, que son personas muy gratas para el gremio. ¡Dios me libre!