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Luego del sorpresivo triunfo del candidato neoliberal Mauricio Macri en las elecciones presidenciales argentinas del reciente 22 de noviembre de este 2015, hubo un poder fáctico que se sintió tan o más ganador que Macri: los medios de información.
Macri ya ha insinuado que retrocederá en una serie de leyes y normativas que se expidieron durante los gobiernos de la familia Kirchner, en una continuidad de 12 años, y que bajaron del máximo altar de la influyencia a la prensa privada, en especial a los grupos Clarín (el diario más influyente del país, con centenares de radiodifusoras, canales de televisión y páginas web) y legendario diario La Nación, ambos claramente favorecedores del voto por el derechista Macri.
El poder de ambos medios era tan grande antes de los Kirchner que, según el genial músico Gustavo Santaolalla, sus dueños eran tan arrogantes que (como ocurría en el Ecuador antes del presidente Rafael Correa) solían decir que con «cuatro tapas -o portadas de los diarios- podían echar abajo a cualquier gobierno».
Y aunque el conflicto entre Gobierno y medios se mantuvo durante todos estos años con procesos legales que pusieron a temblar a legisladores y jueces por las presiones del oficialismo y del poder económico-mediático, el kirchnerismo logró que ocurriera algo parecido a lo que está pasando en Ecuador: que miles (ojalá pudiéramos decir millones) de ciudadanos tomaran conciencia y aprendieran a leer críticamente a la prensa.
En ese conflictivo entorno se mantiene un enconado debate sobre el oculto rol de los medios en la sociedad: millonarios negocios que defienden a otros millonarios negocios y que, por tanto, imponen líneas editoriales para mantener el modelo neoliberal que empobrece a muchos y enriquece a pocos.
Por eso, lo que sucedió el pasado lunes en la redacción del centenario periódico La Nación fue ejemplar: no habían transcurrido ni 24 horas del triunfo de Macri y el periódico apareció con un editorial que pedía “dejar atrás la venganza por los crímenes de la última dictadura (1976-1983)”.
Los cientos de periodistas de La Nación se indignaron, suscribieron una carta en la que expresaron que ese editorial no los representaba y la subieron a las redes sociales con una fotografía en la que aparecieron todos portando carteles que decían: “Yo repudio el editorial”.
Según la revista colombiana Semana, el periódico fundado en 1870 y uno de los de mayor circulación en Argentina, publicó el editorial, sin firma, en el que indicó que es urgente resolver «el vergonzoso padecimiento de condenados, procesados e incluso sospechosos de la comisión de delitos» cometidos durante la última dictadura militar (1976-1983).
Desde el 2003, cuando el kirchnerismo impulsó en el Congreso la derogación de las leyes de amnistía que protegían a los exmiembros de las Fuerzas Armadas implicados en la desaparición de miles de perseguidos políticos, se reabrieron cientos de causas judiciales y más de 500 acusados fueron condenados. La mayoría quedaron confinados en cárceles comunes», añade la revista.
Pero lo más heroico fue que el contenido del editorial fue cuestionado por sus propios periodistas, poniendo en riesgo sus cargos, puestos, funciones y estabilidad laboral.
Lo hicieron en las redes sociales y luego a través de un comunicado en el que manifestaron que «en nada nos representa al igualar a las víctimas del terrorismo de Estado y el accionar de la justicia en busca de reparación en los casos de delitos de lesa humanidad con los castigos a presos comunes y con una ‘cultura de la venganza»’.
La revista Semana destaca que Hugo Alconada Mon, prosecretario de redacción de La Nación, publicó en su cuenta de Twitter una foto de los periodistas reunidos en la redacción y mostrando un cartel con la leyenda «Yo repudio el editorial» y la frase «Nunca más». Pablo Sirvén, secretario de redacción, también escribió en la red social que «no avalo editorial de La Nación. Juicios lesa humanidad deben seguir».
Por la actitud digna y masiva de los periodistas, el hashtag La Nación se convirtió en Twitter en un trending toppic.
Las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora celebraron la reacción de los periodistas frente «a un editorial que lastima y ofende el camino emprendido por Argentina en pos de la memoria, la verdad y la justicia». La organización H.I.J.O.S., integrada por hijos de desaparecidos, expresó que «nuestra única venganza es ser felices» y que «algunos cambian. Nosotros seguimos: ¡cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas!».
Y el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, dijo que era «una vergüenza el editorial del diario La Nación«.
Lo que hicieron los periodistas de La Nación quedará para siempre como un ejemplo de dignidad y ética periodística para los reporteros latinoamericanos: impedir que la prensa promueva el olvido de la historia más nefasta.
Y lo hicieron a diferencia de muchos otros colegas latinoamericanos que se someten, subyugan y asumen el mismo discurso de sus patrones y de los patrones de sus patrones, creyendo que esa actitud les mantendrá a flote recibiendo las palmadas de sus capataces y mayordomos, como sucede en la «gran prensa» del Ecuador.
Los periodistas argentinos de La Nación hicieron todo lo contrario. Pese a que, como dice el maestro Pierre Bourdieu, «aún teniendo mucho valor y energía para tratar de decir cosas capaces de trastornar el orden establecido, uno no se anima a hacerlo cuando está sentado en un asiento eyectable».
Porque, gracias a ellos, Argentina seguirá procesando a los militares fascistas y a los políticos de derecha (como algunos que rodearán a Macri) implicados en la tortura, la desaparición y muerte de 30000 militantes de izquierda y el secuestro y robo de unos 500 niños.
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