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foto Santiago Trejo

El extraño individuo, de hablar tan pausado y de gestos faciales imperceptibles, acude al ágil noticiero matinal donde si el tiempo empieza a ser un problema se escucha una música que va subiendo para cortar la entrevista si está aburrida, larga o, quizás, ya no conviene al Canal que el invitado siga hablando.

En principio, habría que aplaudir que un canal de televisión haya buscado una voz ciudadana, desconocida, nueva, para que se expresara.

Porque eso es lo que los ciudadanos demandan: que ya basta de los mismos rostros y las mismas voces, que hasta llevan al set a los de siempre para conversar con la pareja del agrio exembajador de cinco gobiernos y la joven señora con rostro de modelo y gestos muy bien estudiados (los movimientos de los codos, el lugar donde pone las manos, las cejas para hacernos saber que no es un talento de televisión sino una periodista que sabe de lo que habla).

Volvamos al individuo que casi no abre la boca y habla con rostro inexpresivo y atemorizado.

Su papel en el noticiero matinal, por estos días, es aparecer como un ciudadano desconocido que se opone a la ley de Herencias y a la de Plusvalía.

No lleva corbata y deja largos espacios en silencio después de que uno de los dos preguntadores lo conduzcan hacia la comprobación, con ejemplos y gráficos, que el proyecto de ley no afecta solo al dos por ciento de quienes reciban montos cuantiosos sino a la clase media.

El objetivo está claro: el Canal desafía al presidente Correa a retirar el proyecto de ley, porque el mandatario retó a que si alguien le demuestra que el plan oficialista afecta a la clase media y no solo a eso dos por ciento, el Gobierno deja a un lado la ley.

Pero ni el agrio exembajador ni la guapa preguntadora pueden hacerlo. Tampoco ningún reportero ni “anchor”. Ni siquiera el presentador que ganó el premio Guinnes no a la calidad periodística, sino a la permanencia en un noticiero. El Canal se vería en problemas porque el Gobierno podría acudir a la ley de Comunicación.

¿Cómo hacerlo, entonces? Con un invitado que casi nadie conoce, que casi no pronuncia palabras ni conceptos, que casi no tiene nada qué decir, que apareció de la nada, que es una herramienta de los preguntadores para llegar a las conclusiones que ellos quieren llegar.

Para eso no hay escrúpulos. Los preguntadores se vuelven comentaristas solapados, se transforman en traductores y motivadores y entrenadores (¿el media traning no se hace antes?) que al aire impulsan a decir cosas al extraño individuo que se presenta como Santiago Trejo, “consultor de asuntos regulatorios”, quien en 2011 aparece en una entrevista como “consultor en asuntos regulatorios y corporativos para multinacionales del sector financiero, minero y consumo masivo”. Toda una eminencia, pero incapaz de armar con rapidez y coherencia una idea concreta y contundente.

Y como no es capaz de explicar sus tesis por sí solo, requiere el empuje, la ayuda, las palabras y conceptos que los preguntadores le ayudan a completar.

En el directorio telefónico encontramos solo a un señor con ese nombre: Santiago Trejo Mera, con un teléfono convencional al que llamamos decenas de veces, pero no responde. ¿Será el mismo?

Pero, mientras tanto, el Canal ha logrado posicionarlo tan bien que el Gobierno cae en el error de exigir espacio para replicar al señor Trejo.

¿Replicarle qué? “La crisis de la verdad periodística es existencial para los medios de comunicación porque estos medios dejaron de ser informadores para convertirse en actores políticos”, dice el estudioso colombiano Omar Rincón.

La réplica, si cabía, debió ser política y no “regulativa” o “legal”, pero quienes han aparecido para refutar a la nueva estrella del noticiero matinal, al nuevo líder de opinión, lo han hecho tan mal que han logrado posicionar aún más las supuestas verdades del señor Trejo, quien, por supuesto, tras la confusa intervención de los funcionarios del Gobierno, entre ellos el gerente del BIESS, también exige su derecho a responder y el tema se vuelve, para felicidad del Canal, una cadena de réplica tras réplica tras réplica en la cual quien va consolidando su posición, con la entusiasta y decidida cooperación de los preguntadores, es el lento, pausado, silencioso, apoyado, confuso, confundidor, ralentizado señor Trejo.