Por Rubén Darío Buitrón*

Los expertos, analistas, consultores y encuestadores están cada día más convencidos de que una de las crisis más complejas que atraviesa la humanidad es que ha entrado en una espiral de entretenimiento pero ha dejado la necesidad y la urgencia de informarse.

¿Por qué es una crisis compleja? Porque la gran prensa mantiene sus obsolencias mientras las redes sociales buscan temas que provoquen chismes, rumores, especulaciones y bromas, pero no profundidad ni reflexión ni razonamiento.

El problema, para los estudiosos y académicos, es que mucha gente ya no procesa lo que ve, escucha y lee sino que acepta como verdades absolutas lo que aparece en sus pantallas.

Aunque parezca confuso, la gente consume, pero no cree. La gente no procesa, dijo el experto Máximo Ramírez hace poco en el programa de opinión dirigido por el periodista Carlos Vera.

Si para informarse de política para asumir una posición electoral la gente no utiliza las redes sociales pero las sigue, las busca, las frecuenta, ¿cómo entender la decisión que toman las personas cuando van a las urnas? ¿Cómo los ciudadanos pueden discernir?

En recientes encuestas sobre los medios que usa el ciudadano para informarse, las cifras son estremecedoras y espeluznantes.

En Pichincha, por ejemplo (según la misma fuente), 75 por ciento de la gente dice acceder a la información política por la televisión y apenas 12 por ciento por redes sociales.

A nivel del Ecuador, el sondeo arroja la cifra de 85 por ciento en favor de la televisión convencional y solo el 7 por ciento en las redes sociales.

Si así es el panorama mediático, lo lógico sería que los candidatos vuelvan a los medios tradicionales y dejen atrás la idea de que las personas están conectadas de forma permanente con las herramientas digitales.

Pero, he aquí el drama, la gente usa tanto la televisión local como las redes sociales creyendo que estas son las maneras de informarse, pero, en realidad, tanto por decisión de los medios como por preferencia de los ciudadanos, no se informa sino que se entretiene. En otras palabras: leer no es creer, leer no es confiar.

Basta ver los trending topics del día a día en redes sociales y basta, también, ver cómo algunos medios televisivos se han dedicado a la información ligth o, si hablan de temas serios, estos no son lo suficientemente explicados ni contextualizados ni verificados.

Conclusión: urge estimular al ciudadano mediático para que sepa exactamente lo que está haciendo con su derecho a informarse y, mediante esta información, tomar decisiones.

Pero, ¿cómo se estimula el desarrollo del ciudadano mediático? Con una manera de comunicarse, por parte de la prensa, que al mismo tiempo llame la atención, sorprenda, innove y profundice.

Ahí está el quid del asunto.

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*Rubén Darío Buitrón, poeta y escritor, es director-fundador del portal digital loscronistas.org y escribe en su blog periodismo crítico.