Por Rubén Darío Buitrón**
Concidencias del destino: en la antesala del área de urgencias de un hospital quiteño encuentro, cada uno con su interés personal en un familiar específicos, a dos colegas que han sido ser presidentes del colegio de periodistas y de la unión nacional de periodistas.
La conversación, después de los abrazos y las explicaciones de qué hacíamos allí cada uno de los tres, derivó en uno de los temas de coyuntura: la calidad ética, el sustento moral y la función de los gremios de periodistas en el Ecuador.
El diálogo se produjo a propósito de mi reciente artículo, en este mismo blog, en el que desnudé la relación obcena entre las fuentes oficiales (el poder político, sobre todo) y los periodistas que cubren esas fuentes (incluso, catedráticos universitarios que asistieron muy complacidos a dar mal ejemplo a sus estudiantes).
Antes de seguir, quiero reírme un poco de las dos respuestas que recibí de uno de los periodistas que, por su manera de contestarme, fue uno de los más dolidos por mi crítica (hubo cena en un hotel de lujo, brindis con champán y unos misteriosos sobres cerrados llamados «bonos» gentilmente donados por el poder político de una provincia del sur del país).
Más allá de las ridículas acusaciones que me hiciera el igualmente ridículo dirigente gremial de marras, en este encuentro no programado me llamó la atención la profundidad con la que los dos expresidentes ratificaron mi permanente posición crítica contra el sistema de agremiados, tan presurosos cuando las fuentes les invitan a farrear y tan elusivos cuando se les convoca a jornadas de capacitación y actualización profesionales.
Más locuaz que el colega expresidente de la unión de periodistas, la compañera (que me pidió no identificarla y que con su miedo me ratificó el perfume a mafia que hay por esos gremios) relató cuánto había trabajado por hacer del colegio un organismo diferente pero, subrayó, aquí entre nos «hay colegas éticos y honestos contados con los dedos de una mano».
Y fue entonces cuando el exlíder periodístico -con el mismo temor a ser identificado- ratificó lo que en una conversación que se alargó como debía al mostrar toda su frustración, su decepción, su enojo y la sensación que le quedó seis después de dirigir el gremio:
«Todos se van por la sombrita cuando les hablas de que el periodismo ecuatoriano está en crisis, más allá de persecusiones políticas o de estigmas justos o injustos, y de que ya es hora de que hagamos algo drástico al respecto, desde la capacitación hasta la autocrítica y la reinvención del modelo de asociación».
Cuando nos despedimos, cada cual con el susto de su familiar en emergencia hospitalaria, me quedé satisfecho. Había oído otra vez lo que tanto he visto en años pasados y lo que he sentido siempre que me he acercado a esos grupos nacidos para farrear y muertos para superar sus exiguos niveles profesionales.
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**Rubén Darío Buitrón es poeta y periodista. Hace tres años fundó y es director del portal periodístico loscronistas.org
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